de un tiempo... a esta parte
Día D. Un sillón azul y rostros desconocidos por doquier. Y sin embargo caras como la mía, caras de sufrimiento, caras de impaciencia, caras de ansiedad, caras de esperanza, caras de ilusiones, caras de sueños… La espera interminable. Un sufrimiento gratuito que gustaría aplicaran a aquellos que lo otorgan. Y llega el momento, tu turno… ¿será verdad? No, no puede ser… Pero sí, ya sólo quedan unos pasos. Unas palabras que han ansiado salir de una boca que sólo puede ahogarlas al dejarlas escapar, entre la emoción, el miedo, y la incredulidad de que aquello esté teniendo lugar realmente. Una tecla que dice sí a aquello por y para lo que has dado todo… todo. 10:33. ENTER. Ya está. Las palabras siguen ahogadas, pese a que nunca existió reo alguno que encontrara puerta más abierta que la que le presenta esa boca sonriente extasiada de felicidad. Una llamada, y una tormenta de lágrimas que traducen más significado que todas las palabras que habitan un diccionario. Un sol radiante. Y más llamadas. Y más lágrimas. Un amigo esperado. Tú y yo lo sabíamos. Desenfreno de saltos por Alcalá. Esta vez sé que no es un adiós, sólo un hasta luego, Y no hacen falta promesas regaladas por el culmen del éxtasis del momento, lo sé porque hay algo ahí dentro que me lo dice, que nos lo dice, y a día de hoy me lo sigue diciendo. Días que siguen en los que me veo reflejado en ell@s. Y más lágrimas, unas más felices que otras. Promesas de futuro, deseos y compromisos del próximo encuentro. Una realidad ansiada que toma forma y sobrepasa por mucho lo imaginado. Una forma de vida, de sentir. Una nueva familia. Sobre todo cuatro amigos de esos que te llevas para siempre hasta lo más recóndito de tu memoria. Tiempo más recortado para aquellos que siempre estuvieron ahí, y que ahora sabes valorar de otra manera, quizá más madura, no mejor, pero distinta. Viajes. Reencuentros. Compañeros impresos de viaje (y qué compañeros). Silversun pickups. Un día a día que distorsiona la realidad, sin darme apenas cuenta, con el mismo resultado de siempre. Un corazón roto… el mío, otra vez. No, esta vez no, fue sólo una ilusión… Apenas unos rasguños. Pero unos rasguños que no han encontrado mano, altruista o no, que los sane; unos rasguños que otra vez dejan escapar el aroma hediondo de una espera no complacida. Una sensación de inacabado, de incompleto, que siempre está ahí, haciendo notarse más o menos según el día, pero que se encuentra arraigada a lo más profundo de ese interior llamado alma/nosotros mismo, y que busca tan sólo una tímida y nimia excusa para aflorar al exterior y hacerme tomar conciencia de la razón que subyace a esa amarga sensación. MLSM, 14/09/2010, un nombre y una fecha por las que pensé que merecía la pena esperar toda una vida. Pero otra vez tan sólo basta que esa dichosa sensación haga aparición en escena para bajarme de un limbo disfrazado y obligarme a hacer frente a esa cruda realidad. Intento convencerme que no es posible tenerlo todo, o por lo menos que es muy difícil; y yo tengo mucho, no quisiera quejarme, pero es que aquello que me falta es lo más importante. Y en ese fondo que llamamos interior surge una voz chiquita, pero a la que oigo nítidamente decir “tú y yo lo sabíamos”. Ha tenido que pasar todo ese tiempo desde el día D a esta parte para que definitivamente me convenza de algo que en realidad siempre supe, y que ya no volveré a tener el valor de poner en duda. Y esas palabras, “la vida es un hecho, vivir es un arte”. Y ese anhelo, esa ansía. Y éste seguir esperando, esperando eso que me falta pero sin lo cual no es posible el todo… esperándote. Sólo que cada vez las fuerzas son menores, y lo que me queda de esperanza empieza ya a desesperar. Y otra vez destino y azar disputan batallas sin sentido en las que el nombre del ganador está ya escrito de antemano en los papeles de un mediocre futuro, por más que intente borrar esas siete letras a base de puñetazos que sólo consiguen rozar tímidamente el aire que me rodea, ese aire que lo envuelve todo y que nos permite respirar aunque en ocasiones nos ahogue, pero que al fin y al cabo nos permite seguir formando parte de la vida, una vida que todavía no he conseguido vivir, porque no concibo que pueda vivir sin tí.
